15 de marzo de 2015

Almendros en plena floración

El almendro (Prunus dulcis) es un árbol introducido en la Península Ibérica probablemente por los fenicios. Perteneciente a la familia de las rosáceas, amplia familia a la que pertenecen, entre otras muchas plantas, muchos frutales de consumo habitual contabilizándose del orden de 2500 especies, el Almendro es un árbol caducifolio de unos 4 ó 5 metros de altura.
Una de las características más conocidas de nuestro árbol es la pronta floración. Sus flores pentámeras blancas o rosadas florecen en febrero, cuando todavía no ha terminado en invierno. Es llamativo este comportamiento cuando todavía los demás árboles empiezan, en algunos casos, a despuntar una tímida yema floral.
A veces, como ha pasado este año, se dan unos días benignos en cuanto a climatología, con temperaturas relativamente altas para el mes de febrero. Sólo falta la presencia de un anticiclón bien situado para que las temperaturas sean más elevadas de lo que cabría esperar para este mes de invierno. Entonces es cuando el Almendro aprovecha para mostrar sus mejores galas blancas o rosadas sobre la campiña todavía yerma.
Se escuchan a muchas personas decir que la "Naturaleza está loca", refiriéndose a la pronta floración del Almendro, ya que pronto vendrán las heladas y marchitarán todas esas flores. Pero nada más lejos de la realidad...


Como dije antes, el P. dulcis es un árbol introducido en nuestros campos. Su origen está el las zonas montañosas de Asia central, donde convive con otras especies arbóreas a cierta altitud, generalmente como sotobosque, una ubicación para nada deseable cuando los árboles más altos tapen la luz del sol con sus hojas a las plantas situadas debajo, condenándolas a un menor desarrollo. Debido a estas condiciones, se ha tenido que adaptar para florecer el primero, antes que sus gigantes acompañantes.

Detalle floral. Destacan las anteras de los estambres sobre el blanco de los pétalos.

Es precisamente este comportamiento el que tiene el Almendro en nuestras latitudes; la temprana floración está perfectamente justificada por las extremas condiciones de su procedencia, asegurándose que los insectos, hambrientos de néctar después del invierno, acudirán primeramente a sus flores, a pesar de que corren el riesgo de que las heladas destrocen sus hojas. Pero esto compensa sus beneficios, que no es otro que su propia supervivencia.

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